Un padre, junto a Pedrito de 8 años, visitaban un lugar para comprar un regalo muy especial, una mascota. El padre de Pedrito le había prometido que le compraría un perrito y como las promesas son promesas. Allí estaban, pero sin poder decidirse cual sería el escogido. Finalmente, Pedrito escogió al que llamo Copito, porque era blanco y crespito. Con plena convicción dijo: quiero ese, el blanco y crespito, porque lo voy a llamar Copito.
Pero, el vendedor le dijo: Pedrito no escojas ese perrito, míralo bien esta cojo, nunca podrá correr bien.
Y Pedrito, subiéndose el pantalón, y mostrándole su prótesis, le contesto: Quiero uno que me comprenda.